Del contacto a la conexión: el poder de una experiencia cooperativa personalizada
- Jhon Susa
- 22 may
- 2 Min. de lectura
En un entorno donde los servicios financieros evolucionan rápidamente, las cooperativas no compiten directamente con los bancos o fintechs. En realidad, la verdadera comparación que hace un asociado es entre experiencias: ¿Cómo me hace sentir esta entidad?, ¿es fácil interactuar con ella?, ¿me resuelve lo que necesito?
La respuesta a estas preguntas es la clave del éxito. Hoy más que nunca, la experiencia que un asociado vive al interactuar con su cooperativa —sea digital o presencial— representa el mayor valor que esta puede ofrecerle. Si dicha experiencia es completamente digital, las posibilidades de mejorar, escalar e intensificar esa relación se multiplican. Pero incluso en los procesos mixtos o físicos, el enfoque debe estar en la satisfacción y cercanía real con las necesidades del asociado.
Del asociado genérico al asociado real: caracterización y personalización
Para diseñar experiencias verdaderamente relevantes, es vital dejar de pensar en "los asociados" como un grupo homogéneo. Cada cooperativa debe empezar por responder tres preguntas fundamentales:
¿Cuáles son las características de mi asociado?
¿Cuáles son las aspiraciones de mi asociado?
¿Qué actividades disfruta mi asociado?
Estas respuestas permiten construir arquetipos o perfiles de asociado, que ayudan a identificar patrones de comportamiento y expectativas. Con base en esta información, la cooperativa puede diseñar productos, servicios y canales de atención que realmente se ajusten al estilo de vida, necesidades y sueños de sus usuarios.
Por ejemplo, no es lo mismo crear un plan de ahorro para un joven universitario que para un padre de familia o un adulto mayor. Entender con precisión a quién se le quiere servir cambia completamente la estrategia.

Conocer más para servir mejor
A mayor conocimiento del asociado, mayor capacidad de anticiparse a sus necesidades. Esto no se trata solo de acumular datos, sino de convertir esa información en acciones concretas.
Pensemos en un caso simple: si la cooperativa sabe que un asociado tiene hijos en edad escolar, puede ofrecerle un crédito educativo en el momento oportuno, justo antes del inicio del año escolar. Incluso, puede ir más allá y crear convenios con tiendas o papelerías para ofrecer productos con financiación pre-aprobada, sin que el asociado tenga que pedirlo.
Este tipo de acciones no sólo fortalecen el vínculo con el asociado, sino que generan lealtad, reconocimiento y mayor uso de los servicios de la cooperativa.
Conclusión: el futuro es relacional, no solo digital
La transformación digital es imprescindible, pero no debe perder de vista lo humano. Las cooperativas que entienden a sus asociados, que los escuchan y que anticipan sus necesidades son las que liderarán en un mundo donde la experiencia manda.
La clave está en conocer más, segmentar mejor, y actuar con inteligencia, para que cada contacto con el asociado sea una oportunidad de reforzar su confianza.
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